Si nos preguntas cuales son nuestra misión te diríamos que nuestros objetivo es una educación en valores de calidad en general, convirtiendo el aprendizaje del inglés como un medio para descubrir el mundo. Sólo a través de la comunicación, verbal y no verbal, podemos entender y por tanto, respetar a nuestro prójimo.


Pero si nos preguntas por nuestros valores, te diríamos respeto, cariño y atención. A veces a los educadores se nos olvida el fin último de nuestro trabajo. Estas actuaciones no pueden ser toleradas en nuestra sociedad, ni en ninguna otra. Esto es un problema de todos, y cuando digo todos, es todos. Los profesores hemos visto actuaciones impropias y hemos mirado a otro lado, pensando que quizás le venía bien. Los mirones se han apuntado a acosar, para no ser acosados. Los acosadores acosando porque es la única manera que tienen de relacionarse. Finalmente, los padres de los acosadores, diciendo delante de sus hijos calificativos que no ayudan a mitigar el problema.

No me vale el discurso de «a mi me llamaron «gafotas» o me pegaron una vez y no tengo ningún trauma», eso no es aceptable. Entiendo entonces que ahora le digas a tu hijo que pegue antes que ser pegado. O que grites al entrenador o árbitro de tu hijo, porque tenemos libertad de expresión. Pero esa es la deriva de nuestra educación, algún día, esto cambiará.

 

Los accidentes ocurren cuando hay una concatenación de incidentes.

En la comunidad educativa, debemos ser capaces de detectar esos incidentes, que por si solos pueden ser solo una discusión derivada de la convivencia, a un caso de acoso. Ahí y solo ahí radica la diferencia, en actuar en los primeros pasos. No mirar a otro lado.

La convivencia implica enfrentamientos, sentimientos que debemos ser capaces de entender y explicar, de modo que enseñemos a nuestros hijos a ser mejores personas, más respetuosos, y en definitiva, más felices. Porque para caminar, no necesitamos pisar a nadie. Hay sitio para todos.